Comprar servicios
- José MarÃa Zamoro
- 14 jul 2017
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 22 mar 2021

Es sabido que no toda información es útil y que a las noticias les pasa como a los yogures; que caducan. Ya lo decÃa Ramón Gómez de la Serna en una de sus famosas greguerÃas: no hay literatura más vieja que un periódico del dÃa anterior.
Aplicando el aserto de la greguerÃa, el precio de la información deberÃa variar rápidamente y de igual forma que los supermercados ponen en oferta los perecederos que se van aproximando a su fecha de caducidad, el precio de un diario también deberÃa ir reduciéndose según pasan las horas. Sin embargo, nos cobran lo mismo por el periódico del dÃa independientemente de que lo compremos a primera hora de la mañana o a última de la tarde.
También cuando hablamos de información para la toma de decisiones el coste, en términos de precio a pagar por ella y/o el tiempo dedicado a conocerla, es de las cosas más variables que puede haber porque depende de lo segura o incierta que se sienta cada persona sobre el tema en cuestión.
La compra de servicios es un asunto de riesgo y los de consultorÃa no son una excepción
Si nos consideramos expertos en la materia y pensamos que las cosas van a evolucionar de una determinada manera, serÃa un despilfarro de tiempo y dinero comprar estudios cuyas conclusiones seguramente ya conocemos, asà que habrÃa que pagar cero y no dedicarle ni un minuto. Pero, como dijo Benjamin Franklin, ¿quién puede estar seguro de algo que no sea la muerte y los impuestos?
El problema de la utilidad, como en el cuento de las 7 cabritas, se resuelve enseñando la patita. En esto la venta de información -y de cualquier otro servicio- funciona como los cines. ¿Qué hacen las compañÃas cinematográficas para animarnos a ver una pelÃcula?: ponernos un tráiler con sus momentos estelares cuidando de no desvelar el resto, lo que harÃa innecesario comprar la entrada para ver las secuencias que faltan.
Una solución para que no te chafen las escenas culminantes de la trama es que te la recomiende alguien de quien te fÃas, bien porque conoce tus gustos o porque en ocasiones anteriores ya has podido comprobar que goza de buen criterio, pero tampoco este procedimiento resulta infalible. Cualquiera de nosotros tendrá fresco en la memoria el recuerdo de experiencias decepcionantes muy recomendadas por personas de su confianza.
Por eso, aunque la recomendación venga de una fuente solvente, en asuntos de cierta trascendencia es mejor probar antes de lanzarse en tromba. De hecho, es lo que hacemos para las celebraciones importantes. ¿Nos comprometemos a contratar con un restaurante el ágape de una boda sin haberlo probado antes? No. Tan es asà que el propio restaurador suele ofrecernos la prueba. Y si nos surgen dudas, mejor ir de incógnito otro dÃa y pedir el menú como un cliente más.
En algunos casos no basta con una prueba para soslayar la incertidumbre e incluso hay ciertos servicios para los que resultarÃa absurdo pedir un ensayo. ¿Cómo comprobar si el cirujano que nos va a operar lo hará bien? ¿Pidiéndole que nos opere sólo un poquito antes de abrirnos en canal?, ¿ensayando con otra intervención más sencillita?
Hay servicios en los que resultarÃa absurdo pedir una prueba
En coyunturas asà no queda más remedio que fiarse de las referencias y confiar en la estadÃstica. Si el médico que nos va a operar tiene un Ãndice de éxito en sus intervenciones, digamos del 95%, no habrá más alternativa que arriesgarse y rogar para que no nos toque ser del 5% en las que fracasa. Porque esa es otra: hasta el mejor escribano -o cirujano- echa un borrón.
En definitiva, que comprar servicios es siempre un asunto de riesgo y, como no podÃa ser de otra manera, los de consultorÃa no iban a ser una excepción. Aplicando las cuestiones al ámbito de este blog, la pregunta serÃa: ¿y cómo reducir el riesgo a la hora de contratar un proveedor de formación? Ahà van unos consejos:
Sea con candidatos de nuestra cosecha o los obtenidos por referencias de confianza, conviene asegurarse de que las opciones responden a las expectativas, bien mediante una presentación que muestre la patita o mejor aún con una prueba, como hacemos con el restaurante antes de contratar el banquete.
Una prueba parcial permitirá observar si los contenidos son obsoletos y evaluar la metodologÃa; ver la forma que se propone para transmitirlos, que no deja de ser un factor primordial en la eficacia de la acción formativa: si es práctica, si es divertida, si se adapta a la empresa y a los destinatarios, etc.
Por fortuna para los que trabajamos en ella, con la formación ocurre como con la prensa y el paso del tiempo no influye en el precio de un curso. Pero también, si los contenidos no están adecuados, será como el periódico del dÃa anterior; simplemente no vale y seguirá sin servir por mucho que se rebaje el precio.
Por último, las estadÃsticas y referencias de proyectos similares que pueda aportar el proveedor son elementos de ayuda, especialmente para la contratación de programas cortos y cursos no repetitivos en los que sólo hay una oportunidad de acertar. En otros casos y como la formación no es cirugÃa, tampoco resultará absurdo ensayar con intervenciones más modestas antes de comprometerse con el proyecto de mayor alcance.
Con todo ello, admitiendo que no hay respuesta a la pregunta de Franklin y que en la prestación de un servicio nada elimina la posibilidad del borrón, de producirse, al menos nos quedará el consuelo de haber hecho todo lo que estaba en nuestra mano para evitarlo.