Cuando una simulación genera un aprendizaje que puede aplicarse al trabajo de forma inmediata, promueve rápidamente un cambio de comportamiento. Una verdadera simulación tiene un objetivo específico en mente –para imitar o simular un sistema real-, de modo que los participantes puedan entenderlo y explorarlo antes de aplicarlo a su día a día.
La capacidad de una simulación de condensar el tiempo y el espacio es una de las maneras más eficaces de que los participantes descubran respuestas intuitivas y para mostrarles los comportamientos que van en beneficio o detrimento de la organización. La simulación acelera, no sólo el aprendizaje, sino la transferencia del conocimiento.
Estas son algunas de las reflexiones que Brian Klapper presenta en su artículo “When Simulation is better than reality”, publicado en la revista Chief Learning Officer.
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